Luisa García Montes y Antonio Prior Castellanos

Luisa nació en Sama, Antonio nació en San Sebastián. Regresaron a España en 1956.


Luisa García Montes y Antonio Prior Castellanos

Luisa nació en Sama, Antonio nació en San Sebastián. Regresaron a España en 1956.


LUISA
— Vinimos aquí en septiembre de 1956.
ANTONIO
— Yo viví en una casa de acogida de Tarásovka, cerca de Moscú desde 1937 hasta 1941. Después comenzó la guerra y nos evacuaron a Ural.
LUISA
— Yo era de la casa de acogida número 2 de Krasnovídovo, cerca de Mozhaysk. Hablamos muy mal en ruso, ya se nos ha olvidado casi todo. Al comienzo estudié en la escuela técnica de zapatería de cuero en Sokolniki, después trabajé un año de controladora en una fábrica de Ucrania. Nos conocimos en Moscú. Me fui de vacaciones a Moscú desde Ucrania y allí nos conocimos. Nos casamos en Moscú y después volvimos aquí.
ANTONIO
— En Ural acabé la Escuela de Artes Aplicadas, un colegio profesional y empecé a trabajar en una fábrica metalúrgica que estaba a 19 km de Magnitogorsk. Después, cuando acabó la guerra en 1945, volví a Moscú gracias a Stalin. Estuvimos viajando de Ural a Moscú durante 15 días en trenes de mercancías. Hacíamos muchas paradas. Había que dejar pasar a las tropas primero. Estuve viviendo en Moscú durante 10 años, trabajé en la fábrica metalúrgica de "La hoz y el martillo" desde 1945 hasta 1956. La maldita guerra es una locura, un "Dios sabe qué". No quería volver por nada del mundo aquí durante franquismo pero Luisa me dijo "vayamos". Un mes después ya quería volver.
LUISA
— Estuvimos viajando un mes entero desde Stalingrado. Vivimos la guerra aquí en España y también en la URSS. Yo quería regresar. Pero al volver aquí no nos encontramos con un buen recibimiento. Todo el tiempo nos llamaban desde la policía de Madrid, preguntaban dónde habíamos trabajado, qué es lo que habíamos hecho, cuántas fábricas había allí. Y al comienzo no nos daban trabajo. Era una situación muy complicada. Algunos volvieron a Rusia, pero tampoco era fácil regresar. No teníamos a nadie en Moscú.
ANTONIO
— Aquellos que tenían la nacionalidad Soviética regresaron. Mientras viví allí obtuve la nacionalidad Soviética.
LUISA
— Mi hermana se quedó en Rusia [regresó en 1992]. Ahora tenemos parientes en Oremburgo, nueve sobrinos. El marido de mi hermana es ruso. Toda nuestra infancia y juventud transcurrió en la URSS, guardamos recuerdos maravillosos.
ANTONIO
— Yo pasé allí desde los 11 hasta los 30 años, toda mi juventud. Tengo buenos recuerdos de la URSS, pero la Rusia de ahora no es la de antes.
LUISA
— Los primeros años que pasamos en la casa de acogida antes de la guerra fueron estupendos, se nos dio muy buen trato. Pero después de la guerra por supuesto que todos vivían mal, no solo nosotros. Recuerdo que vivíamos cerca de Stalingrado en una casa de acogida de españoles y rusos. Los españoles vivíamos mucho mejor que los rusos, a nosotros, por ejemplo, nos daban doscientos gramos de pan y a los rusos solamente cien.
Han pasado muchos años pero todavía hablamos un poco en ruso. Cuando nos encontramos con los rusos en San Sebastián hablamos con ellos. Preparamos platos rusos: ayer cociné sopa de remolacha, a veces hacemos crepes y también tengo un buen libro de cocina rusa. Me gusta mucho la comida rusa. Aquí hay tienda rusas en las que venden arenques salados, embutidos, pelmenys o queso fresco. Siempre que celebramos el año nuevo compramos comida rusa. También celebramos el 1 de mayo y el 7 de noviembre.
No es que nos falte de nada pero a veces lo echamos de menos. Al principio echamos mucho de menos al colectivo. Durante la URSS, después de trabajar siempre íbamos a bailar o simplemente quedábamos. Pero aquí cada uno está en su casa y si quieres ir de visita tienes que avisar. Allí no es así, coges una botellita de vodka y vas a ver a quién sea.
ANTONIO
— La última vez que estuve en Moscú me di cuenta de que los jubilados se sentaban en bancos a jugar al dominó, ya ni siquiera hay sitios para reunirse. Aquí en cada barrio hay una casa de jubilados.
LUISA
— Nuestros sobrinos viven cerca de Oremburgo, a 200 kilómetros. Todo está fatal allí ahora. Por suerte tienen un huerto con patatas y tomates. Por eso que reunimos cosas y se las mandamos, calzado y demás. Algo es algo. El hermano de Antonio murió y dejó nueve hijos totalmente huérfanos. No hay trabajo allí. Tres de ellos van a Moscú a ganar dinero, trabajan tres meses y vuelven. A veces trabajan y no les pagan. Les dicen que no hay dinero. Allí viven en el mismo sitio donde trabajan, en la construcción, porque no les llega para alquilar un piso. En los pueblos no hay empleo, todas las fábricas han cerrado.
ANTONIO
— Yo soy vasco pero apenas lo hablo y prácticamente no lo entiendo. Los vascos son muy chovinistas pero yo soy internacionalista. Aquí me llaman "El Ruso" y a mi hermano mayor también. Aquí estuve un año entero en la cárcel por ser miembro del Partido Comunista de Euskadi.
LUISA
— Allí éramos los españoles y aquí somos los rusos, incluso ahora. Hemos pasado por tiempos difíciles, nos han criticado por haber vivido en la Unión Soviética y por no ir a rezar.
ANTONIO
— Claro que no íbamos a rezar, creíamos en la naturaleza y en la ciencia. Eso es en lo que creo, en el progreso de la ciencia.
La forma de tratarnos cambió tan solo después de la muerte de Franco, en 1976, pero hasta entonces no se nos permitía decir nada. Ayudábamos a aquellos que llegaron después de nosotros. Invitamos a mi hermana y después ella trajo a sus hijos que trajeron a los nietos y así casi toda la familia. Para entonces yo ya tenía piso. Apenas había trabajo y poco a poco tuve que encontrar empleo para todos.
–Luisa–
La forma de tratarnos cambió tan solo después de la muerte de Franco, en 1976, pero hasta entonces no se nos permitía decir nada. Ayudábamos a aquellos que llegaron después de nosotros. Invitamos a mi hermana y después ella trajo a sus hijos que trajeron a los nietos y así casi toda la familia. Para entonces yo ya tenía piso. Apenas había trabajo y poco a poco tuve que encontrar empleo para todos.
–Luisa–
ANTONIO
— Nuestros hijos no hablan en ruso pero son pro soviéticos. Los vascos generalmente simpatizan más con Rusia que con Estados Unidos. Allí donde hay un conflicto armado están los Estados Unidos. Dónde hay petróleo la única regla es bombardear y bombardear.
LUISA
— Es una lástima que a Rusia todo haya cambiado tanto.
ANTONIO
— La culpa la tuvo Yeltsin con la perestroika y la política de apertura. ¿Qué apertura? Stalin era un dictador y era cruel por supuesto, pero en mi opinión tenía más de positivo que de negativo. Pero era un dictador, eso está claro.
LUISA
— Íbamos a los "koljós" (cooperativas agrícolas), ¡era tan interesante! Ahora hay de todo, aunque no hay dinero.
ANTONIO
— Para mí las ciudades más bonitas son Moscú y San Sebastián, se lo digo a todo el mundo.
LUISA
— En la URSS se estaba muy bien, la educación era gratis y todo era para el pueblo. Pero ese país ya no existe.
Entrevistas © Anna Grave
Fotos © Mikhail Platonov