Me compre comida, calzado, ropa, me compré unos pantalones, una camisa, un chaleco y unas botas. Llegué a casa, conté lo que me había gastado y resultó que no me habían dado 7000 sino más incluso. Fue sorprendente porque me podían haber engañado. Estuve viviendo gracias a ese dinero bastante tiempo más, al menos no tenía que vender mi pan. En Tbilisi se vivía bien. Durante el tiempo de la guerra en el mercado se vendía de todo, manzanas, peras, albaricoques, melocotones, tomates, pepinos… en Rusia morían de hambre y allí había plenitud de todo.