Antolina Echevarría Aguirrezábal

Nació en San Sebastian. Se quedó a vivir en Rusia.


Nací en el País Vasco, en la ciudad de San Sebastián. ¡Qué hermosa es! Pero vivíamos en Rentería, en la calle principal, la calle Viteri. Mis padres tenían un apartamento propio con siete habitaciones. Mi padre era un trabajador sencillo, un panadero. Él mismo horneaba y repartía el pan con su caballo y su carro. Mi madre no trabajaba. Éramos dos hermanas. Nuestra familia era muy pequeña y las dos llegamos a la Unión Soviética en 1937.

Antolina Echevarría Aguirrezábal

Nació en San Sebastian. Se quedó a vivir en Rusia.


Nací en el País Vasco, en la ciudad de San Sebastián. ¡Qué hermosa es! Pero vivíamos en Rentería, en la calle principal, la calle Viteri. Mis padres tenían un apartamento propio con siete habitaciones. Mi padre era un trabajador sencillo, un panadero. Él mismo horneaba y repartía el pan con su caballo y su carro. Mi madre no trabajaba. Éramos dos hermanas. Nuestra familia era muy pequeña y las dos llegamos a la Unión Soviética en 1937.

Sobre la evacuación de Rentería y el bombardeo a Guernica
Nos evacuaron de Rentería a Guernica. Picasso tiene un cuadro acerca de la crueldad del fascismo, fue ese el bombardeo que yo presencié precisamente. Al día siguiente vino un coche para llevarnos a Bilbao. Bilbao ya no estaba siendo bombardeada, disparaban cañones. Mi padre vino a despedirnos y mientras andaba por la calle se oían proyectiles silbando "fiuu", entonces nos tumbábamos.
Terminamos el viaje en tren. Llevábamos unas etiquetas con nuestros números y la "Expedición a la Unión Soviética", a la URSS. Mi papá me dijo "ve a comprarme el periódico". Había dos soldados jóvenes, dos milicianos. Uno de ellos me dijo "qué suerte tienes de ir al país de Lenin". No puedo dejar de contaros esto porque lo he recordado tantas veces después, la suerte que tuvimos de llegar aquí. Lo cierto es que todo aquello terminó y la guerra que hubo aquí fue más dura que la nuestra aún.
Así fue nuestro destino… Nos sacaron de España, nos esperaba un barco que se llamaba Sontay, era chino. Llevaba la bandera inglesa, nos dirigíamos a Rusia, a la Unión Soviética bajo la bandera inglesa. Nos atendían los chinos. Yo les tenía miedo porque conocía a un chino en España que siempre andaba con un saco y mi madre decía "si no comes el chino se te llevará en el saco". No dejaba de pensar que nos meterían en un saco pero por suerte no pasó eso. Solo había un ruso, era un traductor.
De camino nos encontramos un barco fascista español, El Cervera, desde el que atacaron San Sebastián. Nos apuntaron con los cañones mientras estábamos en la cubierta.
De camino nos encontramos un barco fascista español, El Cervera, desde el que atacaron San Sebastián. Nos apuntaron con los cañones mientras estábamos en la cubierta.
Acerca de la vida y los estudios en la casa de acogida en Jersón
Llegamos a Leningrado y nos distribuyeron en casas de acogida. A mí me toco en una casa en la ciudad de Jersón, en la calle Suvorov, en un antiguo sanatorio. Era agradable estar allí, nos recibieron como a héroes, todo el mundo quería darnos alguna cosa a través de la valla, juguetes, regalos. Había una valla enorme para protegernos.
Los libros de texto rusos estaban traducidos al castellano y teníamos un intérprete, así que recitábamos la lección en español y el intérprete se la traducía al ruso a la profesora. La tabla de multiplicar, las sumas, restas y divisiones, todo lo aprendimos en español. La tabla de multiplicar la aprendíamos cantando. Una por una — una, una por una — dos. Las memorizábamos rápido. Pasaron los años y por fin aprendimos ruso más o menos bien pero sigo sumando, restando, multiplicando y dividiendo en español en mi cabeza y luego lo traduzco al ruso. Es algo que se me quedó.
Hay que decir que la Unión Soviética hizo mucho por nosotros. Una de las cosas que hizo es que no olvidáramos nuestra lengua nativa. Estudiábamos español a la par que el ruso, teníamos maestros españoles. Mi primera maestra de ruso fue Zinaida Silvestrovna, aún la recuerdo. Teníamos problemas para pronunciar las consonantes silbantes. Incluso nos daba vergüenza intentarlo. Estas consonantes nos resultaban imposibles porque nosotros solo tenemos la "s" y lo que oías era lo que escribías. Pero yo progresaba bien con la lengua rusa, de alguna manera me resultaba agradable.
En la ciudad de Jersón había un enorme mapa donde se explicaba cómo iban los asuntos en España, como avanzaba todo. Por supuesto aquello era triste, que Franco llegara al poder. Para nosotros es el fascista número uno, junto a Hitler y a Mussolini. A veces pienso que si entonces todo el mundo se hubiera puesto en contra de Franco posiblemente no hubiera pasado lo que pasó en 1941. Pero hay que decir que aún con todo aguantamos como pudimos combatiendo.
En la ciudad de Jersón había un enorme mapa donde se explicaba cómo iban los asuntos en España, como avanzaba todo. Por supuesto aquello era triste, que Franco llegara al poder. Para nosotros es el fascista número uno, junto a Hitler y a Mussolini. A veces pienso que si entonces todo el mundo se hubiera puesto en contra de Franco posiblemente no hubiera pasado lo que pasó en 1941. Pero hay que decir que aún con todo aguantamos como pudimos combatiendo.
Acerca de la Gran Guerra Patria (2ª Guerra Mundial)
El 22 de junio nos anunciaron que había empezado la Guerra Patria. Todos llorábamos. Todos sabíamos lo que significaba aquello, lo que era la guerra, lo que eran los bombardeos, lo que eran los refugios. Ya habíamos pasado por todo eso. Cuando nos evacuaron de Jersón ya habían excavado zanjas y había personas escondidas en ellas. No había ametralladoras, usaban rifles.
De Jersón nos dirigimos al Cáucaso, a la ciudad de Piatigorsk, en el monte Beshtau. Allí las condiciones de vida eran estupendas, había de todo. Teníamos nuestra propio terreno con vacas, cerdos, gallinas. Teníamos campos que labrábamos y plantábamos patatas. Trabajábamos para nosotros mismos para no depender del Estado, ya que estábamos en guerra, nos esforzábamos mucho. Recuerdo que yo misma batía la mantequilla. En los tiempos de la guerra en Piatigorsk había un taller donde tejíamos calcetines para el frente. Los tejíamos alrededor de una lámpara de aceite, ya al estar en lo alto de una montaña no podíamos encender la luz. ¡Por la mañana nos despertábamos con la nariz negra! Recuerdo que cuando tejí 100 pares de calcetines me premiaron: fui a ver la opereta "A las orillas del río Amur" en el teatro evacuado de Piatigorsk, aún lo recuerdo.
Lo curioso es que hace dos años descubrí que en Beshtau vivíamos en el territorio de un monasterio y en el periódico de Piatigorsk se publicó que los niños españoles habían fallecido en 1942. Había que desmentirlo. Mi nieta con su marido y mis dos bisnietos van allí todos los años a hacer terapias. Estuvieron con el abad del monasterio y mi nieta le dijo "mi abuela estuvo en 1942 en el monte Beshtau y no murió ningún español". El abad se quedó muy intrigado, entonces yo le relaté todo lo que había pasado por escrito.
Por suerte nos despertaron por la noche. Un paracaidista alemán aterrizó por la noche en Mashuk, que está muy cerca. Llegaron los militares diciendo "ha aterrizado un paracaidista y vosotros tenéis a los niños durmiendo". Nos despertaron a todos y nos dijeron dos cosas "Estación Projladnaya, 150 kilómetros a pie". Nos quitamos los pijamas, nos vestimos y con lo puesto nos fuimos andando a Piatigorsk. Caminamos toda la noche. Llegamos a Piatigorsk pero allí no nos dejaron pasar porque había que ceder paso al ejercito. Por desgracia se estaban retirando pero yo siempre digo que "cambiaban de posición". Tengo tanto aprecio por nuestro ejército, han hecho tanto por nosotros que no podría decir otra cosa. Ellos no tuvieron la culpa. Estábamos, por tanto, sin poder pasar, pero teníamos un director muy astuto, Kravchenko, era estupendo. Tenía ulcera y no le aceptaron en el frente, se llevaba muy bien con los niños. Finalmente insistió y nos dejaron pasar junto al ejército rojo.
Y allí comenzaron nuestros ciento cincuenta kilómetros. No recuerdo si quiera que paráramos a sentarnos o a comer. Solo sé que los militares nos acompañaban. Evacuaron al ganado. Evacuaron a los caballos. No había quien ordeñara a las vacas. Todo eso pasaba junto a nosotros, delante de nuestros ojos, era terrible. Y delante el camino polvoriento. Ni un arbusto, ni un bosque, nada. Durante todo el camino nos bombardeaban los fascistas. Descendían de manera tan descarada, tan cerca, que se podía ver al piloto. Y no solo nos tiraban bombas, también disparaban, así de cerca se aproximaban. Tenían buenos pilotos porque aquello era arriesgado.
Y allí comenzaron nuestros ciento cincuenta kilómetros. No recuerdo si quiera que paráramos a sentarnos o a comer. Solo sé que los militares nos acompañaban. Evacuaron al ganado. Evacuaron a los caballos. No había quien ordeñara a las vacas. Todo eso pasaba junto a nosotros, delante de nuestros ojos, era terrible. Y delante el camino polvoriento. Ni un arbusto, ni un bosque, nada. Durante todo el camino nos bombardeaban los fascistas. Descendían de manera tan descarada, tan cerca, que se podía ver al piloto. Y no solo nos tiraban bombas, también disparaban, así de cerca se aproximaban. Tenían buenos pilotos porque aquello era arriesgado.
Anduvimos tres días y tres noches. No encontramos con unos militares jóvenes que revisaban los documentos. ¿Qué documentos teníamos nosotros? No llevábamos nada. Nos separaron en grupos, perdí de vista a mi hermana. Entonces aún hablábamos mal en ruso, entendíamos algo pero hablarlo… Dijimos "no documentos, no" en español. Apareció un joven diciendo "pero si son los niños españoles, ya han pasado muchos de ellos hacia la estación Projladnaya". Nos trajeron unas sandias enormes. Nos pusimos a comernos las sandias mientras nos bombardeaban porque estábamos hartos de todo. Nos metieron junto a los militares en el tren, en un vagón blindado. Solo quedaron aquellos militares que seguramente debían hacer explotar la estación Projladnaya y aquellos que debían defenderse, marcharon en la otra dirección.
Hay que decir que se nos perdió uno de los niños. Empezó el bombardeo. Este niño tenía un perro al que quería mucho. Todos lo queríamos, pero él se consideraba su dueño, ese perro lo era todo para él. Y cuando comenzaron los bombardeos el perro se escapó en la dirección por donde se fueron parte de los militares. Él se fue siguiendo al perro.
Finalmente lo encontraron los alemanes y lo enviaron a España. Por entonces no sabíamos que Franco había mandado traer a los niños de regreso, por eso le envidiábamos. Le cuento lo que sentíamos realmente en ese momento. ¿Cómo supimos que estaba vivo? Su hermano se quedó aquí y en 1945 recibió una carta de España en la que decía que estaba con sus padres.
Finalmente lo encontraron los alemanes y lo enviaron a España. Por entonces no sabíamos que Franco había mandado traer a los niños de regreso, por eso le envidiábamos. Le cuento lo que sentíamos realmente en ese momento. ¿Cómo supimos que estaba vivo? Su hermano se quedó aquí y en 1945 recibió una carta de España en la que decía que estaba con sus padres.
Nosotros también recibimos una carta en 1945 de nuestros padres. Durante la guerra no funcionaba el correo. La carta iba dirigida a Radio Moscú, llevaba el nombre de mi hermana y el mío. La carta llegó al destino. La Cruz Roja la hizo llegar a la casa de acogida donde nos encontraron. Esa carta fue pasando de un barco a otro, tenía tantos sellos fascinantes de todos los países por los que pasó. Y finalmente llegó a Radio Moscú.
Recordábamos aquello mucho tiempo después todavía. Nuestro grupo de acogida no tuvo demasiada suerte ya que no éramos lo bastante mayores como para andar 150 kilómetros. Fue bastante duro. Nos llevaron a Majachkala en un vagón blindado y allí esperamos a que nos trasladaran, aún sin saber a dónde. Pero finalmente llegamos a la región de Altai, en la parte de Zalesovski, al pueblo Tundrija. Habíamos llegado de un lugar caluroso, medio desnudos. Tan duro fue aquello que murieron 10 personas. ¿Cómo no iba a suceder? Allí estudiábamos.
En el pueblo no solo había rusos, también alemanes de Povolzhye que fueron evacuados. A ellos los evacuaron con sus vacas y con sus pertenencias. Nos daban de comer, algo que fue de agradecer. Cuando nos íbamos todos ellos lloraban.
En el pueblo no solo había rusos, también alemanes de Povolzhye que fueron evacuados. A ellos los evacuaron con sus vacas y con sus pertenencias. Nos daban de comer, algo que fue de agradecer. Cuando nos íbamos todos ellos lloraban.
Sobre la vida después de la guerra y la carta de 100 niños españoles a Bulganin
Después de Siberia fuimos trasladados a Najábino y nos separaron en distintas casas de acogida. A algunos los llevaron a Solnechnogorsk, a otros a Tarasovka. Y en 1947 ingresé en la Escuela de Agricultura de la ciudad de Kolomna. Estuve dos años estudiando pero por alguna razón no me gustó, estaba intranquila. Llegaron los rusos diciendo "qué complicado es trabajar con los agricultores". Nosotros todavía hablábamos mal en ruso y pensé "¿cómo voy a arreglármelas?".
Después de la escuela me puse a trabajar en una fábrica, creí que sería por poco tiempo. Allí conocí a mi marido. Yo tenía un pasaporte sin nacionalidad y aunque el suyo sí la tenía nuestro matrimonio no pudo ser registrado. Así eran las leyes. Más tarde, cuando mi hija ya tenía tres años y llevaba mi apellido salió la ley de legalizar a los españoles. Mi marido y yo fuimos a Mytischi, donde me concedieron un permiso y registramos nuestro matrimonio. Cuando llegamos al registro local había un enorme sillón, en el que estaba sentado el regidor del consejo local, rodeado de telarañas, fue lo primero en lo que me fijé. "Empezamos bien" pensé. ¡Tuve tantas ganas de coger una fregona y quitar aquellas telarañas!
Seguidamente la Cruz Roja y la Media Luna Roja me concedió una habitación en Butyrskiy Jutor. Después de algún tiempo nació nuestra segunda hija. Más tarde en 1970 nos concedieron un apartamento. Nuestras hijas ya eran adultas, una de ellas ya se había casado y tenía dos hijos. Mi marido era una persona interesantísima, con alma rusa, y muy bueno. Era un ingeniero estupendo, fue ingeniero jefe del DOC 17 durante 25 años. Aquél trabajo acabó con su salud porque era demasiado honrado. Era excesivamente honrado. Me quedé en Rusia con mi marido ruso y mis dos hijas. Por aquel entonces a los rusos no se les permitía salir y cuando se lo permitieron la salud de mi marido nos impidió marcharnos.
Pero le diré una cosa: le somos muy fieles a Rusia. Diría que muchos rusos no valoran su país tanto como nosotros. Quizás nos educaron para ser tan patriotas de Rusia.
Pero le diré una cosa: le somos muy fieles a Rusia. Diría que muchos rusos no valoran su país tanto como nosotros. Quizás nos educaron para ser tan patriotas de Rusia.
Pero mi hermana se marchó en 1956 por una curiosa razón. Los primeros españoles en volver en 1956 vieron la película "La Edad del Amor" de Lolita Torres, en la que aparece España con sus canciones y costumbres. Todos recordaron que esa era su tierra. Cien españoles le escribieron una carta a Bulganin que entonces era el jefe del consejo de ministros. Lo sé de buena tinta porque guardé una copia de aquella carta durante muchos años. El gobierno soviético concedió el permiso pero nuestro partido comunista (del que no quiero saber nada) se puso en contra de que nos marcháramos. Los españoles nos reuníamos en la calle Pravda en la Casa de la Cultura del periódico Pravda. El asunto llegó al punto de que a aquellos que habían firmado la carta les prohibieron incluso participar en las reuniones. Hasta que Dolores Ibarruri dijo:
¿Por qué no? Han estudiado aquí, muchos han trabajado también. Que vayan a España y hagan su vida allí.
¿Por qué no? Han estudiado aquí, muchos han trabajado también. Que vayan a España y hagan su vida allí.
Acerca del primer viaje a España en 1968
En 1968 fui por primera vez a España con mi hija mayor, no me permitieron viajar con la pequeña y solo me lleve a una. ¿Qué es la Unión Soviética para mí? Han hecho mucho por mí, les estoy muy agradecida, mucho. Pero hay otras cosas… durante 31 no vi a mi madre, mi padre ya había fallecido. Un trabajador de la KGB me preguntó "¿No pensará quedarse allí?" a lo que le contesto "No sé de qué me habla, no querría que mis hijos pasaran por lo mismo que yo". No desearía pasar mi vida ni a mis enemigos. Nos robaron a nuestros padres, nos robaron nuestra tierra. Y me pregunta si me voy a quedar allí. ¿Qué voy a hacer allí si mi hija se queda aquí? No quiero repetir la historia de mi vida.
En aquel tiempo todos mentían. La policía nos hizo muchas preguntas, casi 90: ¿qué vida lleváis allí, qué apartamento tenéis??? Yo tenía una habitación de 15 metros cuadrados pero les dije que tenía un apartamento. No quería pasar vergüenza. El jefe de la construcción de la empresa en la que mi cuñado trabajaba manejando la excavadora nos invitó a cenar en un restaurante. Tenía curiosidad por conocernos y en su empresa trabajaban varios "españoles rusos" bien cualificados. Nos dijo "a veces los trabajadores hacen huelga, a algunos los sanciono pero a los rusos no, ¿sabéis por qué? Porque los rusos pueden leer cualquier esquema". La cualificación de los rusos era tan alta que no querían perderlos como trabajadores. Ese era nuestro orgullo ruso, por así decirlo.
Cuando llegué a casa le dije a mi madre "aquí esto estaba así, y esto estaba allí, papá tiró aquella pared…". Mi madre quedó impresionada. Le dije "el domingo te llevaré a la iglesia". Llegó el domingo, nos arreglamos y la llevé a la iglesia. No pregunté nada a nadie, en Rentería todo seguía igual, como antes de marcharnos. Volviendo a casa había una pastelería en la esquina, seguía allí. Pregunté "mamá, ¿quieres un pastel?" y se me echó a llorar. Me dijo "¿también te acuerdas de eso?".
Cuando llegué a casa le dije a mi madre "aquí esto estaba así, y esto estaba allí, papá tiró aquella pared…". Mi madre quedó impresionada. Le dije "el domingo te llevaré a la iglesia". Llegó el domingo, nos arreglamos y la llevé a la iglesia. No pregunté nada a nadie, en Rentería todo seguía igual, como antes de marcharnos. Volviendo a casa había una pastelería en la esquina, seguía allí. Pregunté "mamá, ¿quieres un pastel?" y se me echó a llorar. Me dijo "¿también te acuerdas de eso?".
Siempre me compraba pasteles en esa pastelería. Entonces me dijo "si nos viéramos por la calle no nos reconoceríamos, pero eres mi hija". Nos abrazamos y lloramos. Porque lo cierto es que me acordaba de todo.
Sobre las raíces vascas y patria
Hace tres años una organización vasca nos invitó a pasar cuatro días a Euskadi, son muy nacionalistas. Por cierto, mi padre también era nacionalista pero odiaba el fascismo. Y estaba orgulloso de ser vasco. Yo también soy vasca, de cuatro apellidos: Echevarría Aguirrezábal Bengoetxea Garaizabal. Todos vascos. Mi nombre, Antolina, también lo es.
Les he dicho mis cuatro apellidos. ¿De dónde son? El primero, Echevarría, es el apellido de mi padre. El segundo, Aguirrezábal, es el primer apellido de mi madre. Pero mi padre también tiene varios apellidos, Echevarría Bengoetxea y mi madre Aguirrezábal Garaizabal. O sea que heredamos sus dos apellidos y los conozco perfectamente, la verdad. Por cierto que en casa siempre hablábamos en euskera pero fuera hablábamos en español. Hablaba muy bien en euskera. Es un idioma muy bonito. Pero lo olvidé. Solo recuerdo "agur" y la forma en que llamaba a mi madre en euskera "matxu altaxu". Mi hermana regresó en 1956, recordó todo y hablaba mejor que muchos vascos que nunca han viajado.
Viajar a España es siempre emocionante. Es una emoción que no se puede explicar, solo puedes sentirla. Esta es mi tierra, es donde nací y la quiero. Pero llega el momento de volver. Cada vez que bajo del avión en Moscú me digo "por fin estoy en casa". Aquí me siento en casa, allí estoy de visita. Pero querer mi tierra sí que la quiero.
Viajar a España es siempre emocionante. Es una emoción que no se puede explicar, solo puedes sentirla. Esta es mi tierra, es donde nací y la quiero. Pero llega el momento de volver. Cada vez que bajo del avión en Moscú me digo "por fin estoy en casa". Aquí me siento en casa, allí estoy de visita. Pero querer mi tierra sí que la quiero.
Entrevistas © Anna Grave
Fotos © Mikhail Platonov