— Nuestros sobrinos viven cerca de Oremburgo, a 200 kilómetros. Todo está fatal allí ahora. Por suerte tienen un huerto con patatas y tomates. Por eso que reunimos cosas y se las mandamos, calzado y demás. Algo es algo. El hermano de Antonio murió y dejó nueve hijos totalmente huérfanos. No hay trabajo allí. Tres de ellos van a Moscú a ganar dinero, trabajan tres meses y vuelven. A veces trabajan y no les pagan. Les dicen que no hay dinero. Allí viven en el mismo sitio donde trabajan, en la construcción, porque no les llega para alquilar un piso. En los pueblos no hay empleo, todas las fábricas han cerrado.