Luisa Bernaldo de Quirós (Sávina)

Nació en Madrid. Regresó a España y luego se volvió a Rusia.


Vinimos a la URSS los cuatro. Mi padre era coronel del quinto regimiento y mi madre directora de una casa de acogida. Mi padre amaba muchísimo Rusia. Cuando nos ofrecieron ir allí por tres meses no queríamos, yo personalmente no quería, pero mi padre dijo "Hay que ir como sea, las personas viven muy diferente allí". Ya en el barco le dije que yo no quería ir y cuando me preguntó por qué le dije "porque siento que será para siempre". Mi hermano dijo lo mismo.

Luisa Bernaldo de Quirós (Sávina)

Nació en Madrid. Regresó a España y luego se volvió a Rusia.


Vinimos a la URSS los cuatro. Mi padre era coronel del quinto regimiento y mi madre directora de una casa de acogida. Mi padre amaba muchísimo Rusia. Cuando nos ofrecieron ir allí por tres meses no queríamos, yo personalmente no quería, pero mi padre dijo "Hay que ir como sea, las personas viven muy diferente allí". Ya en el barco le dije que yo no quería ir y cuando me preguntó por qué le dije "porque siento que será para siempre". Mi hermano dijo lo mismo.

Sobre las primeras impresiones de la Unión Soviética y el campamento de Artek
Estuve sin comer durante todo el camino, no quería ir a Rusia de ninguna manera. En mi casa yo era muy autosuficiente. Mi madre era una comunista ferviente pero mi padre no, mi padre era de una familia muy rica y era republicano. Se fue a la guerra. Era un hombre tranquilo, muy educado e intelectual. Siempre decía de mí: es increíble que siendo tan pequeña sepa hacerlo todo. Cuando me casé escribió una carta a mi marido diciendo que había escogido la mejor de sus hijas porque sabía hacerlo todo.
Me marché con 10 años y con 8 ya sabía tejer jerséis para toda la familia. No los comprábamos, mi abuela nos enseño a tejerlos. Mi abuela hacía lo siguiente: nos compraba muñecas y mucha lana, y a nosotras las niñas a cierta edad nos enseñaba a coser, a tejer, a hacer de todo. También nos compraba papel pinocho y por las tardes hacíamos teatro. Los vecinos venían a verlo. Era una persona muy culta, todos la queríamos mucho. Mi madre también era de familia rica, el hermano de mi madre era el alcalde de Madrid.
A Rusia no fueron demasiados niños de Madrid, casi todos eran del norte. Nosotros partímos de Valencia. De España llegamos en barco a Artek. Allí nos curaron, nos alimentaron, nos llevaban entre paños. Llegué allí junto a Francisco Mansilla (antiguo presidente del Centro Español en Moscú), los dos somos de Madrid. Mi papá vino del frente para despedirme y él no dejaba de dar vueltas a su alrededor y tocarle la funda de la pistola.
Mi primera impresión de Rusia fue estupenda. Artek es un sanatorio entre montañas, las casas estaban construidas entre las colinas, era precioso. Y se notaba que vivía gente rica allí que por dentro estaban muy bien amuebladas, con terrazas y balcones muy hermosos.
Mi primera impresión de Rusia fue estupenda. Artek es un sanatorio entre montañas, las casas estaban construidas entre las colinas, era precioso. Y se notaba que vivía gente rica allí que por dentro estaban muy bien amuebladas, con terrazas y balcones muy hermosos.
Es curioso, porque me alojaron en una habitación individual con terraza y al lado alojaron a alguien más, a los demás los pusieron más lejos. No dejaba de pensar en quién vivía al lado. Fui a tocar la puerta y resultó que era Mansilla. Le descubrieron algún problema en el corazón y a mí me detectaron algo en los pulmones. Allí pasamos aproximadamente dos semanas. Saltábamos por la terraza y nos escapábamos al bosque donde crecían hermosas thujas y cipreses. Nos íbamos a pasear mientras nadie nos veía, fue curioso que coincidiremos allí.
Siempre fui una niña muy sana y acompañaba a mi padre cuando se iba a cazar y a las excursiones. Cuando llegué a Artek esta sobreprotección me tenía harta. ¿Sabéis lo que hacía por las mañanas? Al levantarnos nos decían "tal grupo se va a tal laboratorio", pero yo cogía la jarra de la mesa, el hilo y me iba a la playa. Allí había una roca muy grande, casi como una cueva. Me sentaba allí a pescar cangrejos. Todos me buscaban y yo estaba cogiendo cangrejos. Los cogía, los dejaba encima de la mesa y me iba. Al día siguiente llegaban las mujeres de la limpieza diciendo "aquí hay cangrejos que ya huelen mal". Siempre hacía lo mismo y todos decían " vigilad a Luisа para que no se escape".
Acerca de la Rusia de los años 30 y su vida en la casa de acogida de la calle Pirogovskaya
Cuando llegamos a Rusia todos nos apreciaban mucho, nos invitaban a todas partes: a la fábrica de chocolate donde nos daban regalos. Nos querían muchísimo cuando vivíamos en la casa de acogida, mucho. Después, cuando empezó la guerra, por supuesto que ya no podían prestarnos tanta atención.
Vivíamos en la calle Pirogovskaya y creo que en ese barrio la gente era muy educada y culta. Las viejecitas (era maravilloso poder hablar con ellas) eran delgaditas y hermosas. Recuerdo que cada día íbamos al colegio, subíamos al tranvía y alguna de ellas decía: cedan asiento a los españoles, ¡pobrecillos! Al día siguiente veías a otra abuela corriendo porque alguien se había dejado el gorro en casa y ella se lo llevaba. Teníamos absolutamente de todo.
También me gustaba que la gente comprara en los mercados un poco de todo: 100 gramos de mantequilla, 150 gramos de caviar. Nadie robaba nada, aquello llegó más tarde. En Rusia había otro tipo de vida cuando yo llegué y las personas también eran diferentes. Cuando venían los oficiales pedían permiso para acoger durante el fin de semana a alguno de los niños para que se sintieran como en casa. Nos llevaban al cine. ¡Los oficiales eran tan apuestos y esbeltos! Así eran las cosas. Me gustaba la Rusia de los años 30, era tan tranquila, la gente era muy pacífica. Luego todo cambió, cuesta creer cuánto. Después de la guerra todos pasaban hambre, ya nadie compraba 100 gramos de mantequilla. Si lograban encontrar algo, compraban 2 ó 3 kilos.
Siempre tuvimos muy buenos profesores pero sobre todo nos gustaba el profesor de gimnasia. Aquel hombre era muy amable y nos daba un poco de dinero, algunas monedas para que nos compráramos caramelos. Era como un orangután, absolutamente pelirrojo. No era muy alto pero tenía unos ojos muy redondos y azules. Jugaba con nosotros y compusimos varias canciones sobre él, era ruso.
Siempre tuvimos muy buenos profesores pero sobre todo nos gustaba el profesor de gimnasia. Aquel hombre era muy amable y nos daba un poco de dinero, algunas monedas para que nos compráramos caramelos. Era como un orangután, absolutamente pelirrojo. No era muy alto pero tenía unos ojos muy redondos y azules. Jugaba con nosotros y compusimos varias canciones sobre él, era ruso.
Mientras vivíamos en la casa de acogida no sentíamos que estábamos solos porque cuidaban muchísimo de nosotros. Venían a vernos los niños del club alemán, éramos amigos. Un chico de Zaragoza se casó con una alemana y ahora vive allí. También teníamos amigos de la fábrica de la Rosa Roja, muchos venían a vernos.
Sobre los estudios y la vida de casada
En primer lugar terminé la escuela de aviación de Bashkiri, era una escuela estupenda con unos profesores buenísimos. Llegué a Moscú y me trasladaron al Instituto Ferroviario y más tarde ingresé en la Facultad de Arquitectura. Estuve trabajando un tiempo en instalaciones eléctricas pero no me resultó interesante, allí se sabía desde un principio en qué lugar había que instalar la luz y qué tipo de lámpara.
A mi lado se sentaba uno de los jefes de ingeniería termal, vio que yo era buena delineando y me dijo: Luisa, ¿por qué no te cambias a mi departamento? Yo lo pensé y dije "de acuerdo". Él fue a ver al jefe y le pidió que yo delineara las calderas, que eran siete tipos diferentes. Él venía y me decía: necesito que en esta esquina esté el compresor, piensa cómo hacerlo. Yo pensaba, leía un libro de cómo hacerlo y lo situaba. Me gustaba hacer los conductos de aire, pueden ser muy pequeños o muy grandes. Me sentaba y leía dónde colocarlos, cuántos son necesarios, dónde estará la esquina. Me resultaba muy interesante a diferencia de los aparatos eléctricos.
Después me casé con un militar. En Moscú a nadie le dejaban salir con militares pero a mí me dejaron. Hasta ahora se sorprenden de cómo es posible que me hubieran dejado. Mi amiga Paquita era muy muy guapa, a las dos nos gustaba mucho la música. Siempre íbamos al instituto de los directores de orquestas militares para escuchar música. Uno de ellos se enamoró de Paquita, pero le dijeron que le echarían del instituto si volvían a verle con ella.
Me casé y entonces hice un acto heroico. Conocí a mi marido en el instituto de Lenguas Extranjeras, vi que no bebía ni fumaba, que no tenía vicios malos. Él comenzó a interesarse por mi y luego descubrí que iba al teatro de la estación Maiakovski. Solíamos comprar abonos e íbamos a escuchar música, música seria, para aprender a entenderla, allí nos enseñaban. Yo veía que él asistía a las sesiones y yo también, así nos hicimos amigos.
Luego él me pidió matrimonio y yo le dije que no.
Luego él me pidió matrimonio y yo le dije que no.
Mis amigas, que vivían cerca, en la calle Novopeschanaya y casi todas eran chicas muy guapas, se casaron con jóvenes de buenas familias pero en menos de un año estaban irreconocibles: bebían, cogían dinero prestado y no lo devolvían. Una de mis amigas, Nelis, enfermó de tuberculosis, la otra, Paquita, también enfermo y su hijo murió. Aquellos jóvenes apenas ganaban dinero. Yo le dije, "hagamos una cosa: yo tengo un piso, vivamos un tiempo juntos, un año quizás, y veré si me convence o no". Me prometí que nunca me casaría, pero nos casamos enseguida.
Acerca de la vida y el trabajo en Kaliningrado, Jabárovsk, Frunze y Poltava
He trabajado de traductora, de locutora de radio y de profesora. Comencé trabajando en Moscú y después me mudé a Kaliningrado, que estaba totalmente destruido. Tuve una hija y cuando la llevaba en el carrito ponía toda la compra en la parte de abajo porque no había ni tranvías, ni autobuses, nada. Los alemanes pensaban que volverían, por eso dejaron todo allí. Dejaron muchísima vajilla de cristal, no sé cuánta. Todos los sótanos estaban repletos. Mi vecina de Piatigorsk recogió una colección tan grande de cristal que era increíble, era deslumbrante. Algunos objetos estaban cubiertos por arena porque habían pasado mucho tiempo en los sótanos. En Kaliningrado estuvimos durante 7 años. Fuimos a ver la tumba de Kant y la habitación ámbar. Ahora la han reconstruido, es una maravilla, pero aquel entonces había poca cosa que ver porque habían bombardeado todo y apenas quedaba nada. Aunque todos los adoquines llevaban la inscripción de "Kenigsberg ", cada uno de ellos, eso es algo imborrable.
De allí nos mandaron a Jabárovsk. Trabajé de locutora en Jabárovsk. Un día en Moscú se enteraron de que había una española aquí. En aquel momento yo aún estaba en el hospital por maternidad. Me dijeron que había venido una delegación y que me necesitaban para el trabajo. Me puse muy contenta pero dije que aún me quedaba una semana de baja al menos. Cuando me dieron el alta estaba muy débil, pero ellos lo organizaron todo, me mandaron de Moscú a un español que se llamaba Ángel. Y él me enseñó cómo funcionaba todo en la radio. Al comienzo hacía el trabajo de 4 personas, locutora, redactora, etcétera. Pasado un tiempo dije que necesitaría al menos a una persona de ayudante y me mandaron a un latinoamericano. Era muy divertido y leía muy bien el material, trabajamos muy bien juntos.
Era un trabajo muy interesante, me valoraban mucho y enseguida me mandaron a Moscú. Se encontraba el subdirector de las Fuerzas Armadas, el general mayor Ivanov, que dijo que debían darme un mes de vacaciones en Moscú. En aquel momento no concedían vacaciones a Moscú porque los billetes eran muy caros así que dijo que me enviaran a subir de cualificación. Así lo pusieron y pude venir un mes aquí.
Desde Jabárovsk nos mudamos a Poltava, allí se vivía muy bien, la gente era estupenda. Eran muy alegres, divertidos. Ibas andando por la calle y en cada ventana (tenían unas ventanas muy bajitas) había una botellita, todos fabricaban vodka casero. Y siempre estaban de buen humor. Cuando llegamos allí había una gran variedad de comida, era increíble. Yo siempre compraba lengua y el vendedor me preguntaba,"¿pero que por qué compra tanta lengua?" ¡Y es que hacía tanto tiempo que no la comíamos! En Jabárovsk no la probamos ni una vez. Yo me hubiera quedado en Poltava porque como digo allí no se preocupan por nada, no hacen nada. Que trabaje mi marido, yo cuidaré a los niños. El clima también era muy bueno y la gente muy sencilla aunque la lengua ucraniana no me gusta por lo que sea, no sé porqué.
Desde Jabárovsk nos mudamos a Poltava, allí se vivía muy bien, la gente era estupenda. Eran muy alegres, divertidos. Ibas andando por la calle y en cada ventana (tenían unas ventanas muy bajitas) había una botellita, todos fabricaban vodka casero. Y siempre estaban de buen humor. Cuando llegamos allí había una gran variedad de comida, era increíble. Yo siempre compraba lengua y el vendedor me preguntaba,"¿pero que por qué compra tanta lengua?" ¡Y es que hacía tanto tiempo que no la comíamos! En Jabárovsk no la probamos ni una vez. Yo me hubiera quedado en Poltava porque como digo allí no se preocupan por nada, no hacen nada. Que trabaje mi marido, yo cuidaré a los niños. El clima también era muy bueno y la gente muy sencilla aunque la lengua ucraniana no me gusta por lo que sea, no sé porqué.
Luego nos trasladaron a Frunze, allí también tenían de todo. El día de mi cumpleaños, el 5 de junio mi marido me dijo: vamos al mercado. Fuimos a comprar y aquello era un lujo, tenían todo lo que quisieras: incluso unas uvas que se llamaban ojo de buey. La vendían con camiones. Las metíamos debajo de la cama. Vivíamos muy bien allí.
Mientras estuvimos en Kaliningrado el tío de mi marido vivía allí, era una persona muy inteligente y muy buena, también era jefe de algo. Me decía "Luisa, habla con Projorov, el director, para que permita estudiar a tu marido, porque solo ha estudiado nueve cursos y le será difícil encontrar empleo". Yo le decía "¿Qué voy a decir?" yo aún era muy joven, no tenía niños.
Él me dijo "yo te explicaré: le invitas a cenar, preparas pavo por supuesto, tiene que haber dos o tres botellas de coñac, también cangrejos, a él le encantan".
Él me dijo "yo te explicaré: le invitas a cenar, preparas pavo por supuesto, tiene que haber dos o tres botellas de coñac, también cangrejos, a él le encantan".
Compré todo, puse la mesa, él y su mujer vinieron por la tarde (ella era una señora rellena que lo acompañaba a todas las fiestas). Vi que los dos estaban muy contentos, qué comían y bebían. Cuando estaba un poco achispados dije "por cierto, me gustaría que Alexander Serguéievich pueda estudiar, porque es inaceptable que solo haya terminado nueve cursos". Él me dijo: "no se permite estudiar en el ejército". A lo que yo repliqué "¿a qué hora termina la instrucción? ¿a las 5? Él podría estudiar por las tardes". "Es una buena idea" me contestó.
Así mi marido termino el colegio en Kaliningrado e ingresó en la Academia de Lenin. También tuve que obligarle, hizo el examen dos veces porque allí solo cogían a los suyos y él era de fuera. Pero yo les escribí una carta y tuvieron que admitirle. Después presentó una disertación y se hizo doctor en historia. Fue el redactor principal del libro de tres tomos de la Historia de la Gran Guerra Patria. También escribió varios libros.
Siempre que teníamos alguna fiesta normalmente alguien brindaba "por Alexánder Serguéievich" y todos decían "¡no, no, primero por Luisa!"
Siempre que teníamos alguna fiesta normalmente alguien brindaba "por Alexánder Serguéievich" y todos decían "¡no, no, primero por Luisa!"
Sobre la vida en España y el regreso a Rusia
Cuando regresé a España en seguida noté que éramos extranjeros, lo notaba en las miradas. Por mucho que quisieran querernos, aquello no resultaba. Por las tardes nos sentábamos a ver la televisión y los mismos programas ellos los entendían de una forma y nosotros de otra. Comprendieron que nunca podríamos vivir juntos. Nosotros también lo comprendimos. Cuando llegamos allí veíamos a todos aquellos ministros y enseguida entendí que España era un país muy retrasado. Los ministros hablaban muy mal, escuchaba sus argumentos y aquello era muy confuso, terrible. Ni siquiera hablan desde un podio. Nosotros habíamos estudiado en Moscú con muy buenos profesores.
Creo que no hay ninguna persona que no quiera volver a su país por mucho que digan, en mi alma siempre seré española. A veces hay cosas pequeñas que los rusos hacéis y que no me gustan. Aquí muchísima gente tiene alergia a las naranjas, en España la gente come kilos de naranjas. Cuando vivía allí compraba sacos de 5 o 10 kilos. Siempre me hacía zumos y cuando iba al médico los análisis de sangre eran perfectos. Pero si un ruso hiciera eso le sentaría fatal, porque él no nació allí y no tiene esa "dosis de naranja", eso seguro.
Echo en falta muchas cosas que hay en España y que no hay aquí. En primer lugar la tierra: allí hay tres cosechas al año, plantas una flor y enseguida florece. También me falta el clima y el ambiente en general, la gente es muy alegre allí, coges el metro y la gente te sonríe, aquí todo el mundo va sentado con cara de enfado y nadie habla.
Estuve viviendo en Madrid unos 5 años, mi marido murió allí. Me llamaron desde Rusia para decirme que no podía enterrarlo en España, que tenía que llevarlo a Rusia. Resultó que se me había acabado el dinero y era muy caro llevar el cuerpo. Yo tenía parientes adinerados allí: hermanas, tías, tíos, ninguno me dio ni un duro. Para ellos nosotros éramos rusos, comunistas.
Estuve viviendo en Madrid unos 5 años, mi marido murió allí. Me llamaron desde Rusia para decirme que no podía enterrarlo en España, que tenía que llevarlo a Rusia. Resultó que se me había acabado el dinero y era muy caro llevar el cuerpo. Yo tenía parientes adinerados allí: hermanas, tías, tíos, ninguno me dio ni un duro. Para ellos nosotros éramos rusos, comunistas.
Entonces comprendí que no tenía nada que hacer allí. Ellos nos llevaban cada semana a restaurantes, los viernes sábados y domingos, como a buenos amigos, pero la sensación era la de ser personas muy distintas. Y todos los que volvieron allí decían que notaban más el amor de aquellos con los que vivían aquí, en las casas de acogida. Todos se ayudaban mutuamente, pero con los familiares no era lo mismo. La guerra tuvo la culpa, nadie era culpable, las personas son buenas. Simplemente ellos pensaba diferente, sus políticos les hablaban de una forma y los nuestros de otra. Muchos de los que se fueron regresaron más tarde.
Acerca del origen y de la familia
Cuando Franco y Stalin rompieron sus relaciones quedó claro que los niños españoles no volverían. Durante 40 años los padres no supieron nada de nosotros, formaron otras familias, en la mía nacieron cuatro hijas. Ellos no sabían nada. Cuando Pablo Neruda vino aquí mi hermana mayor se le acercó y le preguntó: Pablo, ¿conoces bien a mi papá, verdad? Cuando vayas a España búscalo, por favor, tiene un apellido muy conocido. Todo el mundo conoce a mi familia, decían "después de Dios la casa de Quirós", eso es verdad. Pero yo siempre decía que me apellido Sávina, nadie me conocía de otra manera. Ahora puedo decirlo con total libertad, antes nadie tenía esa libertad.
En la casa de acogida donde estudiamos los niños preguntaban a menudo "¿por qué tenemos un apellido tan corto y ella uno tan largo? Yo no respondía nada, otros respondían por mí 'es porque tiene sangre azul'. ¿Y por qué su sangre es azul?" decían. Nuestra familia era muy famosa pero nosotras no sabíamos nada.
Cuando llegué a España una de mis hermanas dijo "¿sabías que el hermano de mamá fue alcalde de Madrid?" y yo le dije "¿cómo iba a saberlo?, estaba en Rusia". Es muy triste cuando una persona no conoce sus raíces, pero ahora muchos ya han empezado a buscarlas.
Cuando llegué a España una de mis hermanas dijo "¿sabías que el hermano de mamá fue alcalde de Madrid?" y yo le dije "¿cómo iba a saberlo?, estaba en Rusia". Es muy triste cuando una persona no conoce sus raíces, pero ahora muchos ya han empezado a buscarlas.
Mi padre me quería mucho y me llevaba todas partes. Iba con él a cazar a los terrenos del Rey, mi abuelo trabajaba allí y mi padre tenía un pase. Íbamos allí a menudo pero mi papá era muy listo. Iba un tiempo conmigo, me enseñaba todo y luego me dejaba con unos parientes que trabajaban allí cuidando de las estancias, mientras él se iba a ver los toros o a cualquier otro sitio.
No conozco muy bien las tradiciones católicas, mi familia no hacía nada especial para Pascua. Cuando mi hermana Fernanda estudiaba en el colegio en España tenía clases de religión, se levantaba y decía "tengo que salir, mi mamá no me deja estudiar religión". Y se iba. Pero mis padres iban a la iglesia en los fines de semana, al igual que toda España. Yo no creo en los cuentos, por así decirlo, pero creo que está muy bien que una persona crea en algo.
Acerca de los caracteres español y ruso
En la URSS me hablaba más con los rusos. Cuando estudiaba en el instituto la gente estaba muy unida. Cuando uno recibía un paquete con comida de casa (patatas, mantequilla o tocino) primero nos daban de comer a los españoles y después comían ellos mismos. Me llevaba muy bien con las chicas, teníamos muy buena amistad con todos los rusos en general. Creo que antes los rusos y los españoles teníamos muchas cosas buenas en común. Los rusos nos daban de comer y de beber, y los españoles hacíamos lo mismo. Pero recuerdo que los rusos eran especialmente sorprendentes, llegabas a su casa y parecía que no había nada pero de repente empezaban a sacar comida. Ahora ya no pienso tan fervientemente que todos los rusos sean tan buenos, algunos se portan mal y ya no es lo mismo. Ahora es un régimen político diferente, aunque no sé qué tendrá que ver el régimen político con que la gente no te se salude en la escaleras.
Antes, cuando vivíamos en Jabárovsk, una pareja con dos hijos que aún iban a la escuela tenían que irse, venían y me decían "Luisa, aquí tienes las llaves de casa, habrá que darles de comer durante un mes porque nos han dado billetes y un permiso para ir a Moscú". Su madre vivía aquí pero yo les ayudaba como si fuera lo más natural del mundo. Y cuando me iba yo se los confiaba a ellos, todo el mundo era así. Teníamos otro vecino que se levantaba a las siete de la mañana, se ponía a pescar con no se qué cosas brillantes y sacaba unos peces enormes, estaban buenísimos. Cogía unos cuantos y gritaba "Luisa, coge los tuyos", me lanzaba dos o tres. Vivíamos como una familia, puede que fuese porque vivía en un ciudad militar, pero antes de eso era igual, con mis amigas. Y cuando iba a casa de mis amigas, sus madres eran increíbles, me decían "Luisa, siéntate a comer que no habrás desayunado", todas hacían lo mismo.
Creo que la lengua rusa es más rica que la española. A veces leo unas expresiones que me dejan anonadada. Me gusta el español y leo bastante, pero pienso que aún así el ruso es más completo. Aunque el español está más al alcance de todos.
Acerca del patriotismo y los sitios favoritos de España y Rusia
En España mi ciudad favorita es Madrid aunque por supuesto que también me gustan mucho los pueblos españoles. Están muy cuidados. Las ciudades me agobian. Ahora Moscú no me gusta. Me gustaba cuando era una ciudad pequeña. Paseábamos hasta Ojotnyi Ryad y a la Plaza Roja. Siempre nos poníamos en primera fila delante del mausoleo para ver el desfile y era muy agradable ver cómo la gente aprecia su país. Lo querían como locos, como unos fanáticos. ¡Cuando pasaban los militares les aplaudían tan fuerte! Y también les encantaba cuando salía Voroshilov a caballo, todos se ponían muy contentos.
De otra manera no hubiéramos vencido. Era algo que no notábamos en nuestras conversaciones pero cuando llegó el momento defender nuestra tierra, porque la guerra empezó de repente, nadie estaba preparado. Pero la gente de pronto se levantó, los niños incluso, venían a alistarse con nosotros.
Mi amiga María fue corriendo enseguida a alistarse de enfermera, estudio algunos cursos y se fue al frente. La mataron tres días después. Era una mujer estupenda.
Mi amiga María fue corriendo enseguida a alistarse de enfermera, estudio algunos cursos y se fue al frente. La mataron tres días después. Era una mujer estupenda.
Me gusta mucho la naturaleza, el bosque. Estoy buscando una habitación en alguna parte cerca de Moscú para pasar el verano y no la puedo encontrar sin que esté lejos. En verano me voy, me llevan la comida cuando lo necesito. Este apartamento no lo necesito, me aburro de estar sentada sola delante de la ventana. No es interesante. A mucha gente le gusta trabajar la tierra, unos plantan flores, otros simplemente se sientan a observar la naturaleza y eso es estupendo. Mi padre amaba la naturaleza.
Tengo una amiga que se llama Violetta a la que preguntaron en una ocasión "¿qué te gusta más Rusia o España?". Ella respondió "España es mi madre y Rusia es mi madrastra". Hay muchas cosas que nos faltan en Rusia, pero de alguna forma es como si hubiéramos nacido aquí, ya estamos acostumbrados. Y por mucho que en España se viva bien llegas allí, vives un mes y ya tienes ganas de regresar a casa.
Tengo una amiga que se llama Violetta a la que preguntaron en una ocasión "¿qué te gusta más Rusia o España?". Ella respondió "España es mi madre y Rusia es mi madrastra". Hay muchas cosas que nos faltan en Rusia, pero de alguna forma es como si hubiéramos nacido aquí, ya estamos acostumbrados. Y por mucho que en España se viva bien llegas allí, vives un mes y ya tienes ganas de regresar a casa.
Entrevistas © Anna Grave
Fotos © Mikhail Platonov