Antes, cuando vivíamos en Jabárovsk, una pareja con dos hijos que aún iban a la escuela tenían que irse, venían y me decían "Luisa, aquí tienes las llaves de casa, habrá que darles de comer durante un mes porque nos han dado billetes y un permiso para ir a Moscú". Su madre vivía aquí pero yo les ayudaba como si fuera lo más natural del mundo. Y cuando me iba yo se los confiaba a ellos, todo el mundo era así. Teníamos otro vecino que se levantaba a las siete de la mañana, se ponía a pescar con no se qué cosas brillantes y sacaba unos peces enormes, estaban buenísimos. Cogía unos cuantos y gritaba "Luisa, coge los tuyos", me lanzaba dos o tres. Vivíamos como una familia, puede que fuese porque vivía en un ciudad militar, pero antes de eso era igual, con mis amigas. Y cuando iba a casa de mis amigas, sus madres eran increíbles, me decían "Luisa, siéntate a comer que no habrás desayunado", todas hacían lo mismo.