Libertino Arias Vigil

Nació en Sama. Regresó a España en 2002.


Siempre soñé con volver. Ya no me queda nadie aquí. Volví a España en 2002, fui uno de los últimos porque no me dejaban regresar.

Libertino Arias Vigil

Nació en Sama. Regresó a España en 2002.


Siempre soñé con volver. Ya no me queda nadie aquí. Volví a España en 2002, fui uno de los últimos porque no me dejaban regresar.

Acerca de la denegación de la salida de la Unión Soviética
Yo trabajaba en Omsk, que era una ciudad militar cerrada. Ahí había química petrolífera, cohetes, una universidad de construcción de motores de avión. Pensaba que era un simple trabajador en una fábrica de construcción de máquinas. Parecía que lo hacíamos todo para las personas. Pero aquellos aparatos construidos para las personas las ponían a máquinas militares. Yo vivía en Omsk pero a veces me mandaban a trabajar a Moscú. Me mandaban, por ejemplo, comprar metales preciosos por encargo. Iba al almacén y allí delante de mí los cargaban. Aunque para eso había que pagar con un par de botellas de alcohol al responsable de almacén en un par de ocasiones.
Mis hermanos se marcharon cuando mi madre les hizo una invitación. A mí no me dejaron. Fui a la policía y allí me dijeron: esto no depende de nosotros. Me mandaron a la KGB, dónde miraron los documentos y me dijeron: esto tampoco depende de nosotros. Yo pregunté: ¿y de quién depende? "Del partido comunista, el edificio que está al lado". Fui allí, tenían unos horarios muy raros.
Los cargos altos solo reciben el quinto viernes de cada cuatrimestre y normalmente esos días sencillamente no existen. Por eso no puedo dirigirme a los altos cargos, tan solo a los medios.
Los cargos altos solo reciben el quinto viernes de cada cuatrimestre y normalmente esos días sencillamente no existen. Por eso no puedo dirigirme a los altos cargos, tan solo a los medios.
El mismo secretario el Comité Regional era un buen hombre, un intelectual. Pero su inferior no sabía decir ni una frase seguida, trataba de provocarme todo el tiempo. Me decía: Omsk es una ciudad cerrada. Yo le respondía :¿ dónde está el candado?¿Dónde está la cerradura? En resumen, me lo denegaron. No puede ver a mi madre. Mis hermanos fueron a verla a Francia.
Acerca del trabajo en la Unión Soviética y la tardía repatriación a España
Comencé a trabajar a los 17 años en 1947. Trabajaba sin descanso. Trabajé de electricista, después en una mina, después de telefonista, luego otra vez de electricista en una fábrica y más tarde de jefe de departamento. Y esa es toda mi vida, así es.
Y después comenzó la perestroika y todo se derrumbo. Pero yo ya estaba bien cualificado y me despedí. Solamente que con una pensión es imposible vivir, sobre todo entonces cuando no pagaban pensiones. Me puse a trabajar de electricista en la policía. Me pagaban lo mismo que la pensión, estaba bien. Y también recibía de España 750 $ al año. Con ese dinero me construí una casa en el pueblo. En el mercado podía comprar de todo.
Volví aquí en 1996. Al principio iba a quedarme dos semanas pero ya que había venido me quedé tres meses. Mi mujer se fue y yo me quedé aquí. Empecé a hacer los documentos para que me dieran un piso y finalmente me concedieron un apartamento el mismo piso que mi hermano, en Langreo. Claro que todo lo que tenía en Rusia lo vendí, lo vendió mi hijo más tarde. Pero aquello ya no costaba nada, el coche y la casa en el pueblo.
Volví aquí en 1996. Al principio iba a quedarme dos semanas pero ya que había venido me quedé tres meses. Mi mujer se fue y yo me quedé aquí. Empecé a hacer los documentos para que me dieran un piso y finalmente me concedieron un apartamento el mismo piso que mi hermano, en Langreo. Claro que todo lo que tenía en Rusia lo vendí, lo vendió mi hijo más tarde. Pero aquello ya no costaba nada, el coche y la casa en el pueblo.
Acerca de la vida de jubilado en España
Aquí se está bien, no se pasa miedo por las noches. Mi último trabajo estaba enfrente de mi casa, en la policía, pero era una ciudad militar. No podías pasar directamente, tenías que dar toda la vuelta alrededor. Cuando andaba de noche y me cruzaba con alguna joven siempre se apartaban asustadas, con miedo. Siempre me llamaban fuera de la hora de trabajo porque vivía cerca, cuando se estropea un mando o cualquier otra cosa. A veces me enviaban un coche.
Pero cuando viene a España no tenía nada que hacer. Tenía un apartamento y parecía que no me faltaba de nada. Pero soy un jubilado, nadie me daría trabajo aquí. Allí tenía un trabajo, una casa en el pueblo y un coche con garaje, tenía de qué ocuparme. No podía arreglar el coche en un taller, tenía que hacerlo con mis propias manos. A veces tenías que fabricar tú las piezas. Tenía suerte de que todos me conocieran en la fábrica, les llevaba una pieza y me soldaban o me tallaban una nueva. Allí estaba ocupado en algo siempre, por así decirlo, pero aquí no tengo ocupación.
Y así siento que cada día decaigo más y más. Voy y vuelvo andando, no puedo levantar pesos de más de 30 kg, mi médico me lo prohíbe. Me relaciono con otras personas, quedamos cerca del supermercado y nos quedamos hablando. Entramos a comprar, salimos y cada uno se va por su lado. Llegas a casa y no tienes a nadie con quién hablar.
Y así siento que cada día decaigo más y más. Voy y vuelvo andando, no puedo levantar pesos de más de 30 kg, mi médico me lo prohíbe. Me relaciono con otras personas, quedamos cerca del supermercado y nos quedamos hablando. Entramos a comprar, salimos y cada uno se va por su lado. Llegas a casa y no tienes a nadie con quién hablar.
Entrevistas © Anna Grave
Fotos © Mikhail Platonov